miércoles, 29 de septiembre de 2010

Esto no es otra carta, querida amiga

Sí, hay otra persona que sabe sacar lo mejor de mí, que me da fuerzas, que me ha hecho ver el mundo de otro modo. Es una larga historia que estaría dispuesto a contar.
Desde el principio podría decir que es muy parecida a mí, pero lo correcto sería que yo soy muy parecido a ella. Cuando está sufriendo, yo también sufro, y saco fuerzas de donde no sabía que tenía, ahora sé que tengo fuerzas gracias a ella.
Es una persona que me ha hecho querer lo que tenía, y aprender a apreciar lo que no tenía.
Buenos recuerdos de ella guardo en mí, las risas, las bromas, también cuando sufría, cuando sufrí, recuerdo los sentimientos que despertaron en todos y cada uno de los momentos en los que hablé con ella.
La larga historia empezaría ahí.

Marian, Marta, un día me dijiste que, a pesar de conocernos dos años atrás, no sabía quién eras. Recuerdo mi respuesta, espero que tú también.
Sé quién es Marian, sé quién es Marta, y sé quién eres, aunque con cada persona utilices una máscara distinta, sé cuál es la que no sabes que utilizas, la máscara que sabes que eres.
Una persona fuerte, para nada simple ;) , luchadora, que sí sabe cómo sentirse, cómo luchar, sabe cuál es la frontera de la oscuridad y la de la luz, sabe, y tiene claro, qué quiere y qué no.
Sí, Marta, aunque no lo creas o no lo quieras, sé que es así, y sí sé quién eres.
Y voy a luchar lo que haga falta para que esta amistad no muera ni se deteriore ni divida por el tiempo. Te juro que no va a pasar.


Demasiado corta, en efecto TT.TT, pero no creo que todo esto se pueda resumir en una mísera entrada *conejitoqueseencojedehombros ;)* al menos sabes que, después de tanto tiempo esperando (como yo espero nuestra revancha ajedrecística ¬¬) tienes lo que sería lo que mínimamente puedo expresar.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Capítulo uno: Procrastinación, el primer mal (I)

Barcelona, 00:25

El hombre sabía que aquella noche iba a morir. Corría al desamparo del jardín botánico de la Ciudad Condal. Ignoraba lo que le perseguía, pero sabía que le perseguían. Y sabía que acabaría atrapado.
La oscuridad llegaba a cada rincón del callejón, y el formidable perseguidor la usaba para ocultarse de la débil presa.
A lado y lado sólo había vegetación, inerte, burlona al parecer de la víctima.
El aire era fresco, húmedo, cortante. Los pulmones del perseguido ardían, pero el hombre no podía dejar de correr, sentía que si paraba moriría. Sabía que moriría de todas formas.
Y de repente, sintió un frío intenso que penetró por su antebrazo y volvió a salir. Se desplomó al suelo. Otra ráfaga de frío le llegó cuando el acero llegó a su corazón.
Sintió como la sangre salía de su cuerpo, abandonándole como le abandonaba la vida.
El asesino le giró, y el hombre pudo ver su rostro. Vio que, a pesar de estar encapuchado, el flequillo color cobre asomaba por la capucha. Pero lo que le impresionó fueron los ojos, profundos ojos de color topacio, pardo amarillento. Esos ojos le absorbían. Sintió cómo su cuerpo se fue paralizando. Dejó de sentir dolor, la paz estaba llegando. No vio luz, vio oscuridad. Pero no una oscuridad tan agresiva como la que había en ése lugar, una paz oscura.
Hielo. Le invadió una sensación de frío, propagándose desde los sitios donde había sido atacado, el corazón, el pecho, el antebrazo. Y empezó a ver, cómo todo lo que había en su alrededor se contorsionaba, cómo se retorcía y desaparecía, cómo la nada afloró ante él.
No luchó, dejó que las sombras lo llevaran, se observó a sí mismo y al segador de su vida.
El asesino le cerró los ojos. El hombre se vio en el recibidor de su casa, vio como todas las personas que había conocido a lo largo de su vida se despedían de él, algunas lamentándolo, otras sin preocuparse. Su familia, sus amigos, todos le sonreían cuando él se iba. Abrió la puerta de su casa, y salió.
Y allí estaba, la paz. La oscuridad, el silencio.
La muerte.

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Sí, es mi "nuevo proyecto" y he decidido ponerlo en el blog, y si debo actualizarlo, cosa que me parece poco probable, lo haré aquí. A ver que tal.